César Blanco Alba – Psicologo general sanitario Nº Col: M-43355
Autoestima
Qué es la autoestima y cómo fortalecerla: claves prácticas
La autoestima influye en cómo nos vemos, cómo nos tratamos y cómo enfrentamos la vida. A lo largo del tiempo, todos pasamos por momentos en los que nos cuesta confiar en nosotros mismos. Nos comparamos, nos exigimos demasiado o sentimos que no somos “suficientes”.
Esa voz interna que a veces nos critica o nos hace dudar tiene mucho que ver con algo más profundo: nuestra autoestima.
La autoestima no es una moda ni un concepto vacío. Es el resultado de cómo nos percibimos, cómo nos hablamos y qué lugar nos damos en el mundo. Cuando está equilibrada, nos permite vivir con más calma, autenticidad y respeto hacia nosotros mismos.
Y lo mejor de todo es que no es algo fijo: se puede fortalecer con trabajo interior y estrategias psicológicas muy concretas.
En este artículo te cuento qué es la autoestima, cómo se forma y cómo puedes empezar a mejorarla hoy.
Qué es la autoestima
Una mirada sencilla a un concepto complejo
Desde la Psicología, la autoestima se entiende como la valoración emocional que una persona hace de sí misma. Es la forma en la que te miras internamente: cómo te tratas, cómo te hablas y cuánto valoras lo que eres.
No tiene que ver con el ego ni con sentirse superior, sino con reconocer tu propio valor personal, sabiendo que tienes virtudes y también limitaciones, como cualquier ser humano.
Diferencia entre autoestima, autoconcepto y autoconfianza
Aunque se relacionan, no son exactamente lo mismo:
Autoconcepto: es la imagen que tienes de ti mismo.
(Por ejemplo: “Soy una persona responsable y creativa”).Autoestima: es cómo te sientes respecto a esa imagen.
(Por ejemplo: “Me siento bien siendo así”).Autoconfianza: es la seguridad que tienes para actuar y afrontar retos.
Cuando estas tres piezas encajan, solemos sentirnos más coherentes, seguros y en paz con nosotros mismos.
Cómo se forma la autoestima
Nuestra autoestima empieza a desarrollarse muy temprano, desde la infancia.
Los mensajes que recibimos de las personas que nos rodean —padres, profesores, amigos— dejan huellas profundas.
Si creciste en un entorno donde se valoraban tus esfuerzos y se te mostraba cariño, probablemente aprendiste a confiar en ti.
Pero si predominaban las críticas o la falta de reconocimiento, es posible que hayas aprendido a dudar de tu propio valor.
Con el tiempo, esa percepción inicial se va moldeando con las experiencias de la vida: los éxitos, los fracasos, las relaciones personales, el entorno laboral o las comparaciones sociales.
Y aunque muchas de esas creencias parecen inamovibles, la autoestima es algo vivo, que puede cambiar si aprendemos a mirarnos de otra forma.
Tipos de autoestima
En términos sencillos, podríamos hablar de tres formas habituales de autoestima:
Autoestima saludable: surge cuando la persona se acepta tal como es, con sus luces y sus sombras. Se respeta y se trata con amabilidad, sin necesidad de compararse.
Autoestima baja: se caracteriza por la inseguridad, la autocrítica y la dificultad para reconocer logros o recibir halagos.
Autoestima dependiente o inflada: es aquella que necesita la aprobación constante de los demás o del éxito exterior para sentirse válida.
El equilibrio está en desarrollar una autoestima ajustada, que refleje tu valor real sin caer en la autocrítica ni en la sobrevaloración.
Consecuencias de una baja autoestima
Cuando nuestra autoestima está herida, es como si lleváramos un filtro que distorsiona todo lo que vivimos.
Podemos sentir que no somos suficientes, que no merecemos cosas buenas o que todo lo que hacemos es insuficiente.
Esto puede afectar a muchas áreas de la vida:
Emocionalmente, genera ansiedad, tristeza o una sensación de vacío.
En lo social, puede llevar a buscar la aprobación constante o evitar conflictos por miedo al rechazo.
En lo profesional, limita las oportunidades por miedo a fallar o al “qué dirán”.
En las relaciones personales, puede dar lugar a vínculos desequilibrados, donde uno da más de lo que recibe.
Trabajar la autoestima no es un capricho: es una forma de cuidar tu salud mental y construir relaciones más sanas contigo y con los demás.
Cómo fortalecer la autoestima: estrategias prácticas
1. Trátate con la misma amabilidad que ofreces a los demás
A veces somos nuestros peores críticos. Practicar la autocompasión —entender que equivocarse es parte del ser humano— nos ayuda a mirar nuestros errores sin castigarnos por ellos.
2. Revisa tus pensamientos automáticos
La forma en que te hablas tiene poder.
Cuando notes frases como “no puedo”, “siempre fracaso” o “no valgo”, detente y cuestiónalas: ¿es realmente cierto? ¿o es una creencia antigua que ya no encaja con la persona que eres hoy?
3. Celebra tus logros, por pequeños que parezcan
A menudo pasamos por alto los avances del día a día.
Reconocer tus esfuerzos —aunque sean mínimos— refuerza tu confianza y alimenta la sensación de progreso.
4. Cuida tu diálogo interno
Hablarte bien no es caer en el positivismo vacío, sino ser justo contigo.
Cambiar un “soy un desastre” por un “hoy no me ha salido como quería, pero puedo mejorar” cambia radicalmente la relación contigo mismo.
5. Rodéate de personas que te hagan bien
El entorno tiene un gran impacto en la autoestima.
Busca vínculos donde haya respeto, empatía y escucha. Las relaciones perjudiciales no solo desgastan sino que también distorsionan la percepción que tienes de ti mism@.
6. Aprende a poner límites
Decir “no” no te hace egoísta, te hace responsable de tu bienestar.
Poner límites claros es una de las formas más honestas de cuidar tu autoestima.
Autoestima y Psicología Positiva
La Psicología Positiva propone dejar de mirar solo lo que “falla” y enfocarse en lo que sí funciona.
Desde este enfoque, mejorar la autoestima no significa negar las dificultades, sino potenciar tus fortalezas.
Haz una lista de tus cualidades, talentos o valores personales.
A veces, olvidamos que somos mucho más que nuestras inseguridades: somos resiliencia, capacidad de aprender, sensibilidad, humor, empatía…
También puedes practicar la gratitud diaria, enfocándote en lo que ya tienes y no solo en lo que te falta.
Estas pequeñas acciones, repetidas con constancia, reprograman la mente hacia una visión más amable y equilibrada de ti mism@.
Conclusión
Fortalecer la autoestima no es un proceso rápido ni lineal.
Habrá días en los que avances mucho y otros en los que sientas que retrocedes.
Lo importante es mantener la mirada compasiva y entender que el crecimiento personal no consiste en ser perfecto, sino en aceptarte en tu imperfección.
Cada vez que eliges hablarte con respeto, respetar tus límites o reconocer tus logros, estás alimentando una relación más sana contigo mism@.
Y si en algún momento sientes que no puedes hacerlo sol@, buscar ayuda profesional es una manera de cuidarte y avanzar. Un psicólog@ puede acompañarte a reconstruir esa mirada interior desde un enfoque seguro y respetuoso.
Para terminar…
La autoestima florece cuando dejas de buscar validación fuera y aprendes a darte tú mism@ el reconocimiento que mereces.
